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Francisco Samuel Muñoz Mora y 3 generaciones dedicadas a construir

Por: Tatiana Bahamón Méndez

Las personas en la mayoría de los casos, son el claro reflejo de sus padres. Puede ser por genética, la educación que reciben y yendo un poco más allá, también puede incidir lo que ven de ellos: hobbies, pasiones, cómo trabajan, etc.

Francisco, el personaje que aunque no es el único de esta historia, sí es el principal, creció en la capital nariñense al lado de su familia. Una familia amorosa que le otorgó las bases para ser un hijo, amigo, esposo y padre de gran corazón.

Jorge Francisco Muñoz Chamorro es el otro personaje de esta historia, ya entenderán el porqué. El señor Jorge es el padre y compañero fiel de Francisco; él, con 8 años y con un alma de aventurero empezó a trabajar como ayudante de construcción. A sus 18 años, su pasión y entrega por la profesión lo llevó a estudiar en la Universidad de Cali y obtener el título universitario de maestro contratista.

Jorge fue el culpable número uno de que su hijo Francisco conociera la maravillosa y retadora labor de trabajar en construcción. Francisco creció viendo a su papá levarse muy temprano para llegar a su trabajo y también regresar cansado después de una larga jornada de trabajo, pero con la motivación de que estaba trabajando en lo que tanto le gustaba hacer.

Para continuar con la tradición, Francisco a sus siete años empezó a aprender de su padre todo lo relacionado con construcción y así fue hasta sus 15, edad que llegó para sorprenderlo con una gran responsabilidad; empezar a trabajar en forma en obras de construcción.

Su primera experiencia fue en la construcción de una casa y en medio de las dificultades que tuvo que atravesar al desarrollarse como albañil a una edad tan temprana, logró sacarla adelante.

Como todo en la vida, el gusto es algo que se va desarrollando. En el caso específico de Francisco, todo se fue dando a partir de su curiosidad por saber cómo se trabajaban muchas de las ramas de la construcción: acabados, electricidad, estructuras y hasta se atrevió a experimentar con la cerrajería y soldadura.

Su fuerte siempre han sido los acabados, en especial los enchapes, sin embargo, no ha sido impedimento para seguir cultivando su conocimiento sobre temas afines mediante capacitaciones y las enseñanzas de su padre.

“Mi papá me ha dejado muchas enseñanzas para mi vida personal y profesional y una de ellas es siempre hacer las cosas desde el inicio y si algo sale mal, aceptar la responsabilidad y solucionar lo que esté en mis manos” añade Francisco Samuel.

Esa gran lección de vida surgió a raíz de una situación que se presentó en la obra. Francisco Samuel estaba ejecutando un muro con su padre apoyándolo en la nivelación, no obstante, al montar las últimas dos hiladas, este había quedado torcido y debía repararlo. Su padre fue insistente en que debía repararlo para poder irse, pero él en medio de su terquedad decidió salir de la obra y dejarle el trabajo a su padre.  “Esa vez mi papá me castigó por dejar las cosas mal hechas y ya con el tiempo yo entendí qué era lo que mi papá me había querido enseñar” concluyó.

De tal palo tal astilla

Si algo hay que rescatar de esta historia, además del conocimiento de estos maestros que han trabajado con rigurosidad en este sector, es esa herencia que las personas obtienen de sus padres, cuyo valor es incalculable con lo material.

La herencia de este gran oficio no llegó hasta Francisco; hoy en día su hijo Francisco Alexander Muñoz de 22 años también hace parte de este gran equipo conformado por su abuelo Jorge Francisco de 71 años, su padre Francisco Samuel y otros dos ayudantes más.

«Mi padre es mi compañero fiel, yo doy gracias porque aún está con vida y a sus 71 años aún trabaja conmigo al igual que mi hijo”

Francisco Samuel Muñoz Mora

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